viernes, 17 de diciembre de 2010

Amores imposibles (parte 1)


Mi abuela vivió su infancia en casa de sus abuelos maternos. Allí vivían con ella tres tío suyos. La tía María, el tío José y la tía Ana.
Cada uno de ellos tiene una historia de amor que no acabó bien. Espero que os gusten.

La tía Ana y Manuel, se enamoraron. Pero, él tenía un problema y era su padre. Su padre no era un buen hombre y maltrataba a su esposa, la madre de Manuel. Y eso no le gustaba al padre de Ana, quien no permitió que se casaran por tener Manuel esa clase de padre. Decía que las palizas que propinaba su padre a su madre, las había visto Manuel desde pequeño, y que eso al final es lo que haría con su mujer, molerla a palos. Así que no permitió que su hija siguiera con ese noviazgo.
Ana siguió soltera durante mucho tiempo, y ya casi metida en los cuarenta años se casó con Juan. Un buen hombre de campo. Y allí, al campo, se fueron a vivir durante algunos años. Hasta que su marido perdió su trabajo en el campo y volvieron a Algeciras, al mismo barrio donde Ana había vivido siempre. Juan murió y ella continuó su vida cuidando a sus dos hijos.
Un día mandó a su hijo Pepe Luís a comprar vino a la bodega. Y el niño vino contando que el dueño de la bodega conocía a su madre. Así que Ana se acercó a saludar para ver quien era esa persona que la conocía. Cuando llegó allí vio que era Manuel. Él se había casado y tenía hijos, pero en ese momento estaba viudo también.
Ana en un intento de evitar encuentros con Manuel, que no estaban bien vistos, mandaba a su hijo a la bodega cada vez que necesitaba algo de vino. Pero a veces era inevitable tener que ir ella misma, y verle. Nunca fueron capaces de decirse nada, sólo se miraban y él le sonreía. Nada más.
Un día, bien entrada la mañana, los vecinos estaban preocupados porque la puerta de la bodega permanecía cerrada. Un vecino llamó a la hermana de Manuel, que tenía llaves de la bodega, y ésta vino a abrir. Allí encontraron a Manuel, tendido en el suelo, muerto.
En el velatorio, la hermana de Manuel contó a Ana, que su hermano jamás la había olvidado, que aún la seguía queriendo.
No sabemos que sentía Ana por Manuel, pero mi abuela intuía que ella tampoco había dejado de amarlo nunca. Y que lamentaba no haber aprovechado esa segunda oportunidad que el destino les había brindado.

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