viernes, 17 de diciembre de 2010

La pulsera de mi abuela

No podía dejar pasar una Navidad sin explicar lo que me pasó hace seis años un día de Nochebuena.
Me desperté aquella mañana con la sensación de que algo no iba bien, pero no sabía que era. Cuando me puse en pie, toqué mi muñeca, y no estaba. Supe en ese momento que habia perdido la pulsera de mi abuela. No me valia pensar que estaría entre las sábanas, o que me la habría quitado la noche antes y ahora no lo recordaba. Sabía con toda certeza que la había perdido, y se me quitaron las ganas de Nochebuena, de navidades, de todo…
Me fui a trabajar albergando la pequeña esperanza de que se me hubiera caído por allí, y mi compañera la hubiera guardado. Trabajo en una tienda, y el día anterior había llegado la mercancía, bolsos que había que rellenar con bolas de papel, y maletas que había que desembalar. Cuando entré en la tienda busqué en los sitios donde mi compañera me podría haber guardado la pulsera, en el mostrador, en la caja registradora, en la caja fuerte… pero nada. Ante la desesperación de no encontrarla, busqué hasta dentro de los bolsos que había rellenado, varias decenas, y hasta entre las maletas. Limpié la tienda a fondo, pero no aparecía por ninguna parte. Me di por vencida y lloré.
Recuerdo que vino un cliente que me vio la tristeza en la cara, y me preguntó que me pasaba, y le conté. Fue muy amable intentando consolarme, pero no había en ese momento palabra que me quitara esa sensación de vacío, de tristeza, que yo tenía en mi interior, y que inevitablemente, se reflejaba en mi cara.
Llamé a mi madre para desahogarme, y le conté lo que me había pasado, y todo lo que había hecho en vano, para encontrar aquella pulsera. Me dijo que era una pena, pero que había algo más importante que la pulsera y era que esa Navidad teníamos a la abuela, y que había que disfrutar de eso. Yo sabía que tenía razón, pero la pulsera tenía su historia y haberla perdido yo….

Mi bisabuelo Juan le regaló a su mujer, mi bisabuela Mela, una pulsera. Estaba hecha con monedas inglesas de plata*.Eran monedas de curso legal en Gibraltar a principios del siglo xx, y él las reunió, y un joyero hizo unos pendientes y una pulsera a juego.
Con el tiempo pasó a ser de mi abuela, y cuando cumplí los dieciocho años, ella la mandó a arreglar y a limpiar, y el día de mi cumpleaños fui a su casa y allí envuelta en una cajita, me la dio. Fue el mejor regalo que podía tener. Yo no dejaba de preguntarme, como era posible que me regalara aquella pulsera a mí, con el valor que tenía. No hablo del valor económico, si no de que era algo que había pertenecido a mi bisabuela, algo elaborado a conciencia para ella, una joya por la que habían pasado años y años…y ahora era para mí. Recuerdo que lloré emocionada por ser la elegida para tener aquel regalo.
¿Os hacéis una idea de lo que suponía para mí haber perdido aquella pulsera?

Entré en el almacén, no era la primera vez que lo hacía ese día, pero en ese momento después de haber hablado con mi madre, entré y la vi. Estaba allí en un estante polvoriento.
Encontrarla fue un alivio. Iba a poder disfrutar de la Navidad, con mi abuela y teniendo mi pulsera. Estaba contenta y feliz, y con ganas de ver a mi abuela para comunicarle que la había encontrado.
Se puso contenta al saberlo, pero me dijo que si la perdía alguna otra vez, que no me lo tomara así, que esas cosas pasaban, que ella no quería que eso supusiera para mí un disgusto tan grande como el que había tenido esa mañana. Cuando la oí decirme aquello, me pregunté como podía ser tan buena, tan comprensiva… cómo me podía querer tanto para decirme algo así?
Mi abuela no está, no la tendremos esta nochebuena, ni ninguna otra. Tengo su pulsera. La guardo como lo que es, un tesoro. Me la pongo en contadas ocasiones, por el miedo que siento ante la posibilidad de perderla. Pese a lo que me dijo mi abuela, me supondría un disgusto muy grande. Y más ahora, que ella no está, y no podría tener esas palabras de consuelo que ella con tanto cariño me daría.

*monedas de Eduardo VII 1905 y Jorge V 1914.

2 comentarios:

  1. Te entiendo bien. Yo perdí un reloj de plata con mucho valor sentimental. Me lo regalaron mis padres y hermanos cuando fui adoptada. Y lo perdí en una fiesta universitaria de magisterio en Portobello.
    Llegué a casa llorando y me metí en la cama con mis padres. No tenía consuelo. Así que mi padre se levantó se vistió y se fue a la discoteca al amanecer para ver si la encontraba.
    Y nunca apareció. Lo recuerdo perfectamente y tenía grabado mi nombre y la fecha de la adopción. No descarto encontrarme con él un día...

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  2. q pena tamara perder algo asi....
    pero bueno, la vida está llena de casualidades y quien sabe si algún dia lo encuentras. suerte!

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